La verdad sobre la verdad

Lo que ellos no saben

“La verdad es raramente pura y jamás algo simple.”
― O. Wilde

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Dicen que era demasiado complicada, de las que se escapan y no se las vuelve a ver. También dicen que era manipuladora y fría, pero no saben que había noches en las que hubiese matado por un abrazo suyo.

Dicen que se quedó un poco perdida, que no supo bien cómo reaccionar ante tal situación y por eso se fue por la puerta trasera cuando las cosas se torcieron. Pero no saben que en realidad luchó y de la forma más dura que existe: en silencio. Que aguantó el tipo durante más tiempo del que muchos podrían presumir.

Dicen que se lavó las manos del asunto y dijo nunca más pero no saben que se vio obligada a hacerlo porque tuvo que elegir entre la integridad de su salud mental y la lealtad anteriormente profesada. No saben que…

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Dicen que somos libres y sin dinero no podemos hacer nada.

Todos los días nos bombardean de publicidad. Periódicos, radio, televisión y los últimos años el Internet, ¡Bueno, hasta por las calles! «Tome, señorita», compre esto, compre aquello; y no haces más que tomar el papel del anuncio de alguna nueva marca o algún nuevo restaurante por hacerla de buen samaritano y que el pobre hombre que está a las tres de la tarde a medio sol, sudando la gota gorda acabe rápido y se vaya a casa; claro, él seguro piensa que te interesará pero la verdad es ¡que no! A la siguiente esquina lo tiras a la basura, o mejor aun acaba siendo material de fogatas.


Las redes sociales que cada día acaparan más la atención. No falta el amigo zombie (o la hermana adolescente), que te llega un buen día con comentarios como: «Eh, ¿ya tienes Instagram?» «¿Estás en Twitter?», ¿No tenemos ya suficiente con una sola red social para comunicarnos, vernos, compartir información, fotografías, incluso perder el tiempo como hacen hacemos muchos? ¿Por qué la necesidad de subir una fotografía en tres redes sociales diferentes?


No. Lamento escribir esa primera palabra del párrafo, porque me gustaría que fuera diferente, me gustaría pensar distinto de lo que es. No somos libres en absoluto. No somos libres, porque no podemos ir por ahí dando un paseo en automóvil a la buena de lo que venga, sin antes pagar por gasolina, pagar por botanas, pagar casetas de cobro, pagar la gasolina de nuevo que el auto se quedó a medio camino parado sin razón aparente. La verdad es que encima de que todo el mundo se mueve del dinero y depende del dinero para hacer todo, hay quienes se aprovechan de los demás. Hay muchas cosas que no paran de sorprenderme cada día más, de a cuánto podemos llegar como humanos, buscando siempre «tener más haciendo menos», a esto yo añadiría «y a cuesta de quien sea», lamentablemente. Ya lo dijo antes Eduardo Galeano; gran escritor, que puede haber en un país un hombre tan rico como la suma de diecisiete millones de pobres del mismo, una pena. Después hablaré de ello, por si algún día te place pasar a leer mi humilde blog. ¡Oh Dios mio, ya te plació! 

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Perdón, que no pude evitar mi inminente reacción…



En fin, ¿a qué viene tanta palabrería? se dirán…


Viene a que no me siento libre y estoy segura que muchos tampoco lo están. Quizá no se han dado cuenta o no lo hayan pensado, pero los reto a probar, hasta dónde se puede llegar sin un peso en el bolsillo. Yo mejor me ahorro la fatiga que no llegaré más que a la plaza a diez minutos de mi casa, de ahí ya necesito dinero. Lo ideal sería que no tuviéramos limitaciones para viajar, para alimentarnos, para vestir, para conocernos y tener el pretexto perfecto para sentirnos bien con nosotros mismos y con la humanidad. Lo dicho, sin dinero TODOS SERÍAMOS RICOS.

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¿Por qué es importante aprender un segundo idioma?

He aquí la enigmática razón: 

Because then, you don’t understand what it says here. Или вот.

Hay una reunión de amigos que tienes poco tiempo conociendo pero hasta la fecha son geniales, hablan otro idioma entre ellos pero por suerte también español, así que te relacionas cómodamente. Hasta que descubres que entre ellos se hablan en su idioma (portugués), obvio porque para ellos es más fácil. *empiezo a meterme en el papel escribiendo en primera persona*

Entonces estaba sentada en un sillón observando tres chicas que parloteaban en portugués y se reían y yo en plan: 

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Obvio, sin tener la mínima idea de lo gracioso:

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Whatever.

En otra ocasión, pasó algo similar y yo como perversa que soy, tomé venganza hablando con mi acompañante lo más rápido y confuso posible de bromas para reír como locos. Paré cuando ya nadie hablaba de otros temas y pedían que contara la gracia. «Uy, están aquí…» 

El caso, queridos míos, es que no se siente bonito estar en situaciones como esa. ¿De qué me perdí? ¿Están hablando de mí? Lo que sea, solo tuve que confiar. Esta y otras historias más podría describirles… aile, aquí van algunas situaciones. 

Vas a conocer la bonita y esperada ciudad, y de pronto te encuentras un grupo de música, en este caso Tunas universitarias, típico en el extranjero, puro chico increíble que no vas a volver a ver nunca, entonces se detienen y cantan una canción para ti y tus acompañantes que sonaba preciosa (le pasó a la prima de una amiga), confías en que dijera cosas preciosas porque como ya dije NO ESPAÑOL, así que te limitas a ver sus caras y disfrutar la melodía. Se acaba y el chico de allá *señala un extremo el grupo* te sonríe y te guiña el ojo. Tu yo interior quiere correr a pedirle mínimo una foto (así lo describió la prima de mi amiga, ¿ok?), pero NO HABLAS SU IDIOMA, así que le ves de lejitos y continúas caminando. God! ¿Por quéeee?

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Tuna Universitaria de Porto, Portugal. Dice la prima de mi amiga que si alguien le identifica (flecha), me pasen el nombre, yo se lo doy 😉

 

 ¿Desea ordenar? 

Sí, quiero una pizza *círculo grande con los brazos*, de peperonni *círculos pequeños*, con una soda *succión al popote*, gracias *sonrisa*.

Si no quieres despejar esa mente cerrada sin aprender en serio, mínimo aprende a pedir comida.

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Y los meseros con estas caras…

El año pasado me ocurrió algo que quizás lo veía venir, pero no tan pronto como fue. Siempre he querido aprender idiomas (por lo menos inglés), pero nunca me surgieron tantas ganas como cuando estuve en situaciones embarazosas o de necesidad. Puede que a mí me pasara estando en un país donde no se habla español, como puede que a ti te pase en otras.

Esto y que el dependiente de una tienda de souvenirs sepa inglés, francés, italiano, somalí y NO ESPAÑOL, te pueden suceder aunque lo veas remoto. Yo les cuento algunas de mis experiencias (y las de la prima de mi amiga, por supuesto), para que vean que no es sencillo. Un día que lo necesites, puedes arrepentirte de no haber puesto atención o asistido a tus clases de idiomas. Súmale como pilón, que es difícil establecerse en un buen trabajo si no hay más de un idioma. 

Sé que no suena tan alarmante pero créeme cuando te digo que el amor de tu vida puede estar sentado a tu izquierda desayunando en el hostal hablando cosas que no entiendes, pero podrías, cuando ese trabajo increíble se te vaya de las manos por faltar el pequeño detalle, cuando estés perdido en otra ciudad o cuando estudiando encuentras tu tarea en inglés, entonces me gustaría que escucharas mi melodiosa voz o la de Hugh Laurie diciendo:

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Te lo di-je.

 

En fin… que eso ha sido todo por esta madrugada amigos. Felices días a todos sus yo’s. 

Posdata: Al inicio hay inglés y ruso. Espero algún día tenerlos juntitos en mi currículum *cruza los dedos*

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Conversación del día. II

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—No sé que me pasa… necesito que me regañes.

—¿Por qué? ¿Ahora qué hiciste?— Podía imaginar su voz subida una nota de tono, pues casi siempre que me dice algo, aunque no le esté viendo sé sus expresiones, si bien no todas, la mayoría.

—No he hecho nada, ese es el problema.— Dije un poco en tono de broma pero con el trasfondo de toda la verdad, que no había hecho nada, cuando debería haberlo echo todo.

—¿Por qué dices eso?

—Bueno, tenía que entregar un trabajo para una materia el jueves pasado, y es hora que no lo hago. Estoy siendo irresponsable y no me gusta. 

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*** Un par de horas más tarde ***

—¡No! Jajaja, regrésate, así no se juega… pícale aquí. ¡Que no! Así no es, dame acá…— Peleábamos y discutíamos sobre un juego tonto cuando de pronto se quedó serio y yo también.

—Ya sé por qué estás siendo irresponsable.

Yo puse mi cara de «OMAIGÁ», e intuitivamente sabía a lo que se refería.

—¿A qué?— Dije por compromiso, la verdad es que no quería que me lo dijera.

—Esto es lo que haces siempre.— Dijo poniéndome el teléfono a 2 centímetros de la frente, como si no pudiera verlo. Obvio que refuté la idea. —Esto no te deja hacer cosas productivas.

—¡Claro que no! Ni al caso, jajaja, es que esa materia es… aburrida. Me siento mal por ser irresponsable porque el profesor es bueno. 

—Claro que sí, ¿Recuerdas a «Alicia»? Ella pasó de estar por la biblioteca estudiando siempre, a caminar como zombie por los pasillos de la Universidad, ¿así quieres acabar?

—No.— Tenía razón. No quiero acabar así.

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¡Qué bien me cae Mafalda! Siempre con el comentario correcto, jajaja… pero no, no es mejor evadir el tema.

Después de eso me sentí más mal. Porque puede que mi amigo tenga razón… no, no puede… LA TIENE. Los teléfonos son geniales, pero debería aprender a utilizarlo sólo cuando sea necesario. Es un propósito mental, que no sé si pueda estar siempre cumpliéndolo pero, si no para, acabaré con las calificaciones del kardex echo un desastre.

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Crónica de mis veintitrés. Día 4.

«Queda prohibido no sonreír a los problemas, no luchar por lo que quieres, abandonarlo todo por miedo, no convertir en realidad tus sueños». -No es una cita propia.

Este debería ser en realidad la conclusión del día tres, solo que no. Que me entretuve haciendo todo y nada, al final acabo escribiendo por la una de la madrugada, pero no pasa nada que por algo este blog se llama «Madrugada por las tres», que estoy empezando a notar lo serio que llevo eso de las madrugadas.

Y bueno,en estos días he tenido algunas cosas por mi cabeza. Y me gustaría hablar del miedo. Porque muchas veces lo he sentido. Muy seguido viene a invadir mis sentimientos. Creo que es uno de los sentimientos más difíciles de controlar y de esconder, porque tarde o temprano salen a flote. De pequeña recuerdo que le tenía miedo a muchas cosas.

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Yo solía decir que le tenía miedo a los perros bravos, pero la verdad es que no, le temía al dolor que hubiera sentido de haber sido mordida por alguno (no, ninguno me alcanzó por suerte o porque corren lento, jajaja). También decía que le tenía miedo a las alturas, pero ahora sé que no es así, porque las he vencido y aunque no lo tenga del todo claro, estar en las alturas es de las mejores cosas que me ha pasado en la vida. En realidad, a lo que temía era a lo que hubiera sentido una vez que cayera, esos instantes de caída, de incertidumbre por dolor o por lo que venga; a eso temía.

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Le tenía miedo a la oscuridad, decía… lo que me aterraba era lo que estuviera en la oscuridad y encontrarme vulnerable a ello, sin remedio alguno, en desventaja. Le tenía miedo a las pesadillas, esas que siempre vienen aunque haya pasado tanto tiempo; lo que quería yo decir era que me asustaba que lo que venían en esos malos sueños fueran a convertirse en realidad.

Es muy curioso como con nuestros comentarios a veces no decimos lo que en verdad sentimos. Yo decía que temía por unas cosas, pero a veces el efecto de las cosas mismas es lo que nos hace sentir a la deriva de un océano inmenso en el que no se ve más que el azul del cielo, y su reflejo en el agua.

Ahora, ya no tengo las mismas sensaciones. Puede que hasta eche de menos temer a algo a lo que papá decía «no pasa nada» y con eso me conformaba, me lo creía. Extraño lo que fuera porque ahora, es diferente. Son otras circunstancias. Ahora le tengo miedo al futuro. me dolió alguna vez darme cuenta que los sueños de los 15 años, puede que a los 20 no sean ni rastro lo que pensaba.

Lo que me se me viene a la mente en este instante, es temer por cosas reales, no por monstruos debajo de la cama o por caer y nunca llegar al suelo. Temer por la pérdida de personas valiosas. De pequeños tenemos nuestra lista de personas valiosas, pero a medida que crecemos, esa lista crece o decrece reflejando nuestros actos y los de las personas que nos rodean en ella. ¿Y si perdemos a alguien? Muchos lo hemos vivido, algunos sé que repentinamente o en un proceso más lento, en el que sufren las dos partes, sabiendo que tarde o temprano eso se acaba. Pero, ¿no es peor perder a alguien en vida? Que no está más acompañándote, pero que sabes que donde quiera que esté, se levanta por las mañanas, se cepilla los dientes y sale a un mundo en el que tú no transitas. Debe sentirse feo.

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¿Y si te dieras cuenta que lo que querías ser en un plazo de diez años, no se ha cumplido? ¿Si pudieras ver una fotografía de ti en diez años más y no es nada de lo que creíste? No debe sentirse tan genial, dar un vistazo al pasado y comprobar que las cosas no van como se esperan. Una cosa más, ¿Y si lo que quiero ahora, no es lo que quiera a los 30, o a los 40?

«Papá, enciende la luz, tengo miedo». Yo, 6 años.

«Papá, me da miedo perder a las personas que me importan, y me da miedo no ser quien quiero ser». Yo, 23 años.

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